domingo, 30 de septiembre de 2007

Aquella noche tormentosa.


Lo había conocido hacia tiempo, su mirada siempre me pareció, desde que lo vi, misteriosa y un tanto siniestra. Sus rasgos aborígenes, hermosos tenían la apariencia de un shaman que podía manejar los poderes de la naturaleza y las tinieblas. Jugando al juego de la copa nos acercamos, el trajo a casa a los espíritus, y mi fascinación hacia el crecía día a día. En el transcurso de las secciones el espíritu de una india se hizo presente y manifestó su amor hacia él, la única forma de poder tenor contacto carnal con él era a través de mí, y ella sabía que se sentía atraído por mí. Así fue como nos besamos y se encendió la lumbre de aquella pasión interminable que sería un amor eterno más allá de la muerte.


Y aquella noche tormentosa al fin llego, el juego de la copa transfiguro sus rasgos los cuales se volvieron malignos, sentía deseos de matar y morir, y una tristeza infinita que por otro lado era injustificada. Sabía que tenía que hacer, sabía a quien tenía que pedir ayuda. Salí en la noche con la luz cortada en toda la ciudad, bajo una fuerte tormenta con árboles caídos y gotas de un gran grosor mojándome mi desconcertada y desesperada cabeza, pero con la firmeza y el temple de que iba a vencer a ese espíritu maligno que quería dañar al amor de mi vida. Cuan regresé con la persona que me iba a ayudar en este difícil trance, a una cuadra desde la plaza se escuchaban los gritos desgarradores de él. Apresuramos el paso, entre corriendo, subí escaleras a la terraza lo más rápido que pude y lo encontré en el suelo con el torso desnudo rasguñandose y sus ojos en blanco, graznando como un animal entre medios de gritos espantosos.


La persona que había traído, al igual que yo, practicaba una religión que estaba preparada para esto, mediante la imposición de la mano fluía la energía de Dios y eso hicimos mientras recitábamos una oración. Esto lo trajo de vuelta en sí después de un rato, bajamos lo secamos, yo nunca deje de abrazarlo fuerte para que se aferrará a mí más que nunca. Después de un rato no recordaba nada de lo que había pasado, se acostó abrazado a mí como un niño necesitado de cariño intensamente, mi amigo que me había ayudado se quedó hasta que volvió la luz y todos estábamos más calmos. esa noche fue difícil dormir, también fue difícil dormir para mí todo lo que quedo del resto del verano del 2004.

sábado, 29 de septiembre de 2007

Quiero renacer


Ella había visto la muerte a los ojos, mirado las tempestades que se desatoron en su alma. Pero el momento de olvidar había llegado. Si él había aparecido en otro cuerpo como un vampiro, ya no importaba porque otro era el rumbo que tomarían sus pasos, el tiempo hizo su trabajo a la perfección al parecer. El tiempo siempre está ahí arrazando con todo, aunque quede un sedimento del pasado, aunque la naturaleza se pudra haciendo nacer cosas nuevas. Porque después de todo de la muerte y descomposición surgen nuevas formas de vida y el ciclo continúa. Y así continuo yo también después de haber dejado morir mi antiguo yo.

viernes, 28 de septiembre de 2007

Azul, mi pequeña Azul.


La mariposa se suicida otra vez, revolotea y se estrella contra la verdad, pierde la razón pero no la vida, desmenuza su alma pero ella aún sigue respirando suavemente, temblando en su mundo azul, frío, desolado. Incapaz ya de pronunciar alguna palabra, la pobre niña mariposa se retuerce y sus alas quebradas apenas se agitan en un infinito abismo de lágrimas que queman como el fuego sagrado de la realidad. Humana pero inconcebible la pequeña no reacciona, está sumergida en un mundo aparte, arrastrándose por éstas tierras infértiles pero sumida en un prolongado sueño imaginario. Nada más queda por decir, nada más queda por expresar. Perdida en su mundo, perdida y nada más. Poco y nada se obtiene, ya no queda más nada, jamás hubo algo, solo existió el deseo y la desazón mordiéndose continuamente en una batalla absurda e irreparable. Duerme pequeña dama, descansa preciosa mariposa azul, no abras esos ojos desorbitados de tanta miseria, quédate donde estás, en ese rincón oscuro y delicioso, que has construido con tu locura y tu razón. Adiós pequeño ser dulce y etéreo, bondadoso y descabellado, no perteneces y jamás pertenecerás. Únete por siempre a las sombras de la mente y del alma y no te atrevas a huir jamás, ese es tu lugar Azul.
Ése es nuestro frágil paraíso Azul, amada mía, juega y diviértete, bella morbosa, en mi angustiada alma.

viernes, 14 de septiembre de 2007

Adiós

No se escuchaba otro sonido que el murmullo de la radio encendida en la habitación. La gata reposaba tranquila sobre el respaldar del sillón. La casa había sido intensamente aseada y podía percibirse el fuerte olor cítrico del desinfectante. Se habían sacado las grandes telas de araña que invadían las esquinas. El patio había sido regado. La ropa lavada y tendida bajo el tibio sol de septiembre.
Ella misma se había bañado, depilado, secado, masajeado con crema de almendras. Se había perfumado el cuello, el escote y en la parte interna de ambas muñecas. Se puso ropa interior negra, de lycra y encaje. Se probó varias prendas y a todas terminó odiando. Se miraba al espejo mientras protestaba, estaba perturbada e intranquila. Se podría decir que ella estaba lista para morir. Sus lágrimas surcaron sus formas. Su rostro comprimía todos sus dolores. Estaba cansada. Se tendió sobre la cama mirando por última vez su celular, quizás alguien la arrebatara de ese momento tan largo y tan inútil. Ella no exigía nada, tampoco se comprometía.
Ella era inocente, pero también era humana.

martes, 11 de septiembre de 2007

Desazón


Precipito mi alma hacia un abismo de odio y pecado. La incertidumbre me acecha desde adentro. Cuerpo y mente suplican que entregue ese punto azul que aun alumbra en mi alma y destruya lo inadmisible de mi existencia. Mi sangre pide perdón y mi piel llora desahuciada. ¿Dónde reside la verdad? ¿Qué parámetros utilizo para saber que es lo correcto? Mi corazón tiembla, solo lo intangible pone en dudas mis aparentes certezas. Mi alma quiere echar raíces en una tierra absurda, tan absurda como creer en ella. No puedo pensar, mi cabeza gira incongruente sobre mis hombros. No puedo sentir, el terror bloqueó lo etéreo en mi. No pertenezco a ningún mundo. No puedo vivir porque ya estoy muerta y no quiero morir porque deseo aprender a vivir. Intento huir de éste mundo despreciable, pero mi alma ya se ha hundido en su putrefacta tierra. ¿Acaso se puede ser parte de ambos mundos?
¿Cómo se puede ser tan ilógica?
Y pasan las horas y pasan los años y yo sigo aquí tratando de tomar una simple decisión.