martes, 19 de junio de 2007

Paisaje nocturno.




Hojas otoñales soberbiamente secas, rodeando mi silencioso caminar, amortiguando mis pasos de rey sin corona. Muerte. Falta de vida.
Relámpagos mortuorios en una noche demasiado confusa, fría. Obsecuentemente desparramadas (las hojas) por la cruel garra del destino, en un mugriento suelo, en donde yacen sueños rotos de mucha gente. Cráneos de guerreros, que alguna vez estuvieron recubiertos de tejidos vitales y sangre.
Depresivo paisaje nocturno, me encontró con algunas neuronas adormecidas momentáneamente, por el efecto obviamente alcohólico de un vino rasposo, pero con la conciencia lo suficientemente clara como para recibir su putrefacto hedor, la tirana realidad.
Nubes amenazando inescrupulosamente desde lo alto de un decadente cielo de mármol rosado. Sus bramidos se incrustan caprichosos en mis oídos. Irreversible manera de actuar.
Gotas de meada sagrada, inundando las asquerosas calles de esta puta ciudad. Ahogando las pocas esperanzas de muchos. Gente del otro lado de la línea, exhibiendo sus hipócritas muecas teatrales con sus pecaminosos dedos, señalando a los que estamos acá. Su ingenuidad no conoce límites.
Demonios esparcidos por el urbano cementerio (viviente), en donde transitan los muertos bióticos, zombis.
Hojas otoñales, testigos silenciosos de toda la miseria e incertidumbre, de un paraíso perdido. Muerte. Descanso. Refugio, nuestro refugio. Soledad.

No hay comentarios: